Mirador del Lastre

“Así y todo -le escuché decir al Tío Lobo una tarde de té en la Casa Grande a los pocos días de la explosión de una caldera en La Orcelitana- aquí hay algo que está de la mano de los hombres, no solo de Dios. Alguien cometió un error en el horno y la explosión me mató a uno y dejó a otros tres inútiles para la tarea. Y además de ejercer la misericordia, yo saco mineral de la tierra, lo fundo, lo transporto y como de ello. Me cuesta un dinero y es ley de vida y del negocio que cuando no lo gano, lo pierdo. Por tanto, cualquier percance que me destruya material o me cause bajas tiene que ser evitado o castigado para que no vuelva a repetirse en el futuro. Quiero que atienda usted personalmente a los tres heridos y entre auscultación y diagnóstico, les saca información sobre el accidente. - Pero Don Miguel, ¿no tiene usted ingenieros y capataces, o fundidores que le informan con detalle? De sobra tiene usted vivido que a un médido se le larga más que a un capataz o incluso a un compañero, que a usted los accidentados le serán mas francos que a quienes les organizan la labor o les administran el jornal.”