Iglesia de Santiago Apóstol

JUAN RAMÓN LUCAS

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Santiago Apóstol
“Las ruedas del coche fúnebre se atascan una y otra vez en el barro plomizo y tienen que acudir operarios de La Maquinista y guardias de los Zapata a lenvantarlo para poder seguir su camino hacia la iglesia de Santiago Apóstol. Nerviosos por la premura a que obliga la incesante lluvia, o quizá agotados por el esfuerzo del camino, los empleados de Zapata a punto están de estrellar el ataúd contra el suelo. Dentro de la iglesia huele a incienso y a humedad. Apenas hay gente cuando Zapata, MIguelico, Pepe Maestre y Obtulia atraviesan lentamente el pasillo entre los bancos y toman asiente frente al catafalco, donde ya han colocado el carca de Juana. Cuatro enormes cirios rodean el féretro”

Año 1888

En 1876, cuando Portmán crecía al calor de la minería, comenzó la construcción de esta iglesia de planta rectangular y tres naves separadas por arcos de medio punto. Fue el maestro de obras Fernando Alcaraz quien dirigió aquellos primeros trabajos, culminados en 1888, cuando se consagró el templo bajo la advocación del patrón del pueblo: Santiago Apóstol.

La fachada, sencilla pero solemne, abre su puerta bajo un arco de medio punto, flanqueada por una torre cuadrada que alberga el campanario y un reloj que, desde entonces, mide los ritmos de la vida local. A un lado de la entrada, una imagen de la Virgen del Carmen en azulejo vela discretamente a los fieles y a los viajeros.

La iglesia no habría sido posible sin el impulso decidido de Juana Hernández, esposa de Miguel Zapata, el “Tío Lobo”. A través de la sociedad de señoras “Santiago”, integrada por esposas e hijas de industriales y propietarios mineros, promovieron la creación de un lugar de culto que respondiera a las necesidades de un vecindario cada vez más numeroso y devoto.

En su interior, entre imágenes y tallas —algunas rescatadas de la antigua ermita de Portmán—, destacan dos obras modernas que conectan el ayer y el hoy: el mural Llegada del Apóstol Santiago a Portmán, pintado en 1971 por Paco Conesa, y el Vía Crucis del artista local Asensio Sáez, realizado en 1972.

Así, entre piedra, arte y fe, la iglesia sigue en pie como testigo sereno de la historia y el espíritu de Portmán.

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